martes, 31 de enero de 2017

La muerte y los muertos, Parte 3

3. La morgue, también llamada Anatomía patológica

Esto que voy a contar es tremendo, pero lo viví nada menos que con mi padre...

La morgue de un hospital pobre en Santiago de Chile. Mi papá había fallecido en ese lugar, y lo habían dejado en "Anatomía patológica" para que viniera su familia y el servicio funerario a hacerse cargo de su cuerpo.

Llegué allá, porque me habían llamado para avisarme que mi papito se había muerto. Yo nunca viví con él, pero siempre lo quise con todo mi corazón. Por causales que no vienen al caso, la relación de mi familia con la de mi papá era fría y lejana, entonces yo no sabía si podría estar en su funeral... por eso decidí ir pronto al hospital, a despedirme de él.

Llegué a Anatomía patológica. Era un lugar lleno de compartimentos como se ve en las películas, con bandejas sobre las que colocan a los difuntos. Abren uno de esos compartimentos, y veo una bolsa con una persona dentro. Una persona muy pequeña, casi un bultito... abren la bolsa, y lo reconozco...

Parches (¡cinta adhesiva!!!) en sus ojos y boca... desnudo... no podía verse más desamparado, y era mi papá...

Fue un shock enorme. Ni siquiera tuve ánimo para alegar por la forma en que lo habían dejado, lleno de cinta pegoteada en su rostro... me acerqué a él, lo toqué, lloré... y le conversé sobre lo que yo venía a hablar con él...

Hacía rato que no lo veía, un par de años como siempre... supe por mi madre que él estaba enfermo y bastante senil, al punto de no recordar muchas cosas. Me perdí de verlo así, pero no pude evitar esto... no era digno, ¡no lo fue! Cómo es posible... mi papá...

Le dije que siempre lo quise con todo mi corazón, que no tenía nada por qué arrepentirse o condolerse con respecto a la lejanía que siempre tuvo conmigo como hija, porque yo le perdonaba todos sus errores. Todos. En mí, solo amor por él, que se fuera tranquilo y descansara en paz.

Y a pesar de que luego sí estuve en su funeral y pude verlo en su féretro, mucho más dignificado, no pude ni podré olvidar esta experiencia... la muerte de alguien a quien amas YA es un dolor enorme. Y con costumbres-usos-procedimientos como el de aquel hospital pobre en Santiago de Chile y su horripilante Anatomía Patológica, lo hacen más crudo aún.

domingo, 29 de enero de 2017

La muerte y los muertos, Parte 2

De las cosas que recordé, a propósito del día de los muertos...

2. El rigor mortis.

Sé que es un tema horrible, pero es verdad, fuerte en realidad.


Cuando tu familiar/amig@ muere, va perdiendo de a poco su energía vital. Esto quiere decir que, en una hora aproximadamente, sus brazos y piernas se rigidizarán al punto de quedar en la misma postura de cuando se murió.


Es costumbre en muchas partes colocar una venda en la mandíbula de la persona muerta, para que cuando llegue la rigidez pueda "quedar" con su boca cerrada. Algo parecido se hace con los ojos (tal como Jacob Marley del libro-película "Un cuento de Navidad" de Charles Dickens).

Pero eso no es la peor parte. Es lógico pensar que su cuerpo, que ya ha perdido esa energía vital, mantenga una postura. No, eso no es lo peor.

Lo peor es su rostro. Se transforma. Se des-humaniza. Adquiere una textura tan diferente a la lozanía de una piel viva, que provoca hasta rechazo... no es una persona... ¡es un muerto!

Y uno no puede dejar de mirar ese rostro, acartonado, tieso, y pensar que todas las locas fantasías que escuchaste en tu cabeza (que volviera a vivir, que se equivocaron) fueron sólo eso. Tener que admitir, mirando ese cuerpo rígido y estático, que ya no hay vuelta atrás, es muy doloroso.

No se puede olvidar. El rigor mortis. La dureza de ese cuerpo sin vida, que fue parte de tu vida.